SÍ, HOMBRE… ESTO DEL ALEMÁN… ¿CÓMO ERA…?

Lo tengo en la
punta de la lengua… Siempre he sido despistada, el tiempo consolida la forma de
ser de cada uno y más quizá la ausencia de virtudes que su presencia. Y es que
tenemos tantas cosas en la cabeza, tanta actividad, el ritmo de afluencia de
información va “in crescendo”, exponencialmente, de manera que pone a prueba la
plasticidad de la memoria y de los reflejos psíquicos y físicos… El caso es que
ahora mismo no recuerdo el nombre del individuo. Con lo conocido que es, el de
la enfermedad de la pérdida de memoria…

 

Resulta que hoy
es el día mundial de la enfermedad. Lo sé no porque me haya acordado, sino
porque he leído una entrevista en el periódico a una mujer cuya madre padecía
el mal y me he sentido de repente tan identificada, tan reflejada en su sentir
que no he podido por menos de acordarme de mí misma y del proceso de mi madre.
Es curioso lo olvidado que lo tenía. Qué cierto es el dicho de que el tiempo
todo lo cura. Tiene virtudes sanatorias, es verdad, extiende  un velo que pudorosamente oculta y suaviza
lo peor, dejándonos acordarnos en primer lugar de lo mejor… Supongo que es un
mecanismo de supervivencia porque si no habría realidades y recuerdos tan dolorosos
que su peso no nos dejaría vivir el momento presente.

 

El tiempo. Todo
lo cura y todo lo deteriora. Los recuerdos. La memoria. Lo son todo, como todo
lo importante cuya trascendencia no recordamos hasta que lo perdemos. Como la
memoria. Un enfermo de… ¡Ah, ya me acuerdo, Alzheimer, era! Va desintegrándose
paulatina e inexorablemente junto con sus recuerdos, con su memoria. Va
desaprendiendo lo aprendido, primero lo más reciente, lo más elaborado de su
personalidad, lo más artificial. Poco a poco se va despojando de la educación,
del lenguaje, de la cultura, de los prejucios, de las inhibiciones… En esta
fase sufre extraordinariamente porque es plenamente consciente de lo que le
está sucediendo y lo niega y se lo niega, lucha desesperadamente por aferrar
los trozos de ese puzzle que se dispara hacia todos lados y en el que aún,
todavía, se reconoce a sí mismo. Después, pasado un tiempo indeterminado y
cruelmente largo, ya más desnudo, más descarnado, más animal y menos humano,
olvida las tareas rutinarias y esenciales para la vida como vestirse, lavarse o
comer. Ya no hay lucha. El sufrimiento es básico, por necesidades no cubiertas
por hambre, sed, sueño, incomodidad o dolor. Olvidó lo que le pasa. Olvidó
quién es, cómo le educaron, quién es su familia. Ya no hay miedo a la
enfermedad. Sólo instinto, a medio camino entre el de un niño y un animal listo
que ha aprendido una serie de habilidades que le permiten manejarse en el
mundo. No hay ningún intento de reconstruir la personalidad ni esfuerzo por
recordar. El olvido es progresivo y finalmente, se olvidan los reflejos
mecánicos, los primeros que aprende un bebé. Se olvida andar, moverse. La
musculatura se atrofia… Lo último que se olvida es lo primero con lo que un
bebé nace, lo que es innato e inaprendido: los reflejos plantar, de succión y de
deglución. Para poder ser alimentados, los enfermos necesitan en esta fase una
sonda nasogástrica porque si no, morirían de hambre.

 

No es difícil
aunque no se haya vivido el proceso ponerse en el lugar de quien lo padece y
los que le rodean. ¿Quién puede decir qué se siente cuando ves que un ser muy
querido sufre lo indecible, lucha contra lo imposible y se va yendo, perdiendo
primero la dignidad, los principios, los valores, la educación, viendo como se
revuelve enloquecido contra quienes le quieren ayudar? ¿Cuando se convierte
primero en un animal, luego en un bebé y por último en un vegetal? Que perdone
quien me esté leyendo la crudeza, no quiero herir ninguna sensibilidad pero no
quiero caer tampoco en la sensiblería y quiero recordar las cosas como son,
como fueron, transmitirlas para que las recordéis, os acordéis y las
transmitáis… Y sobre todo, para no olvidarlas nunca.

 

Hay un momento
en el que se da uno cuenta de que la persona que querías se está marchando.
Entonces, cambias. Quien fue tu madre es tu hija. Es tu bebé. Cambias por amor
inconscientemente la relación establecida con una facilidad extraordinaria y
sólo deseas su bienestar físico. Si acaso, una vaga sonrisa no de
reconocimiento de tu persona, sino de estómago satisfecho, de cuerpo caliente y
cómodo. Ésa es una enorme recompensa en esta fase. Exactamente igual que un
bebé… Has ido perdiendo poco a poco lo que tú recordabas de esa persona en la
relación que estableció contigo cuando la conociste. Te has ido agarrando a lo
largo de los años desesperadamente a ese fleco de conciencia, a ese resquicio
de lucidez por el que antes, tiempo atrás, todavía recordaba y olvidaba tu
nombre. Todavía te sujetaba la mano y te preguntaba quién eras. Todavía
recordaba alguna cancioncilla de cuando era una niña…

 

Pero ya no. Ya
no queda nada de lo que tú recordabas como la persona que conociste con la
relación que tenías con ella. Sólo te queda entablar una relación nueva y
diferente, como digo, convertirte en su madre… Nadie me había preparado para
ser la madre de mi madre… Y aún todavía, después de perderla a ella como madre,
con su recuerdo vivo, no quieres perderla como ser humano, como persona, aún en
su nueva condición de bebé y te agarras como clavo ardiendo a sus últimas
manifestaciones de humanidad…. A esa sonrisa vaga y perdida de la que hablamos
y volvemos a hablar porque es ya lo único que queda, igual a la del bebé cuya
percepción se está organizando, que sonríe a sus manos, a un rincón
indeterminado de la habitación… Sólo que la de tu madre se está descomponiendo,
desorganizando y va en sentido inverso.

 

Finalmente,
aunque te lo niegas, aunque no quieras reconocerlo, también el bebé se va. El
último resquicio de humanidad y de conciencia se pierde. Primero, se va la
persona que conociste como tu madre. Después, se va lo que queda del ser humano
que es. Y no queda nada. Nada. Rien de rien, de verdad, como diría Edith Piaff.
Un cascarón vacío. No hay persona. Sólo un envoltorio de carne, órganos
desorganizados a los que deseas rendir homenaje porque una vez fueron la vasija
que contuvo a esa persona que tanto amabas. Sólo por ese motivo, porque una vez
dentro estuvo tu madre. Su presencia exclusivamente orgánica duele tanto como
si después de haberte estado torturando durante años aún te clavasen una y otra
vez un puñal en el corazón sin dejarte ver el final todavía..

 

Son varias
muertes sucesivas las que presencias. Por eso, yo personalmente y no me importa
en absoluto decirlo, deseé muchas veces su muerte. Su muerte definitiva. Deseé
que ese corazón fuerte dejara de latir, que esos pulmones no funcionaran para
no tener que ver cómo ese cuerpo se escaraba, se contraía, se iba quedando en
postura fetal completamente agarrotado regresando despacio, muy despacio… ¿A
dónde? ¿Al lugar de donde vienen los fetos para prepararse en esa postura para
una nueva vida? Quién sabe… Y sin embargo, tardaba tanto… Y la sabía ya tan
lejos… Había vivido ya su muerte varias veces y pensaba que la de su cuerpo
no me afectaría. Y nada más lejos de la realidad. Cuando finalmente sucedió la
reviví de nuevo y algo muy dentro de mí me dijo que ahora sí, que ahora sí
había perdido todo cuanto ella era, incluso los órganos que la animaban.

 

Ahora ya sólo me
quedaba, me queda, el recuerdo. Mientras yo la recuerde, ella vivirá, y
mientras yo viva, espero recordarla siempre. En todas las mujeres de rostro
desencajado que padecen la enfermedad del olvido en las que reconozco tan bien
cada una de las fases. Mientras yo la recuerde… Por eso es tan importante el
recuerdo, la memoria, la historia. Lo que no se recuerda es como si nunca
hubiera existido. Lo que la historia oculta u olvida nunca existió… ¿Cuántas
veces habré escrito la palabra recuerdo, memoria en este escrito? ¿Y cuando yo
no pueda recordar qué quedará de ella? ¿Habrá existido alguna vez? ¿Cuando se
pierdan las fotos, cuando nadie sea capaz de interpretar de quién es esa cara,
ese nombre escrito en un trozo de papel, en un cuaderno? ¿Será como si nunca
hubiera existido?

 

No. Hay un
truco. El único para salir airosos de la muerte. Para vencerla. Para reírnos de
ella.

 

Ella, y yo, y
todas las Ellas y Ellos viviremos a través de los nietos de nuestros nietos. No
con nombres, ni con rostros. Con un rasgo facial. Con un color o forma de ojos.
Quizá con un gesto. Con un tipo de carácter. Mezclado con otro y otros. Con
muchos. Con todos. Aunque no lo recordemos. Aunque nadie lo sepa nunca. Esa es
la victoria de la enfermedad del olvido y del olvido en el que nos sumerge la
muerte.

 

Por cierto, no
sé si os he contado que hoy he leído una entrevista muy hermosa, muy sentida y
muy interesante que le hacían a una mujer cuya madre era enferma de Alzheimer
¿No os lo he contado? Qué cabeza la mía… Tantas cosas que hacer y en qué
pensar que olvido lo más importante y lo que más ganas tenía de hacer, porque
hoy es el día mundial de los enfermos de Alzheimer…

 

Un sentido beso
a ellos y a todos sus familiares que los cuidan.

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3 respuestas a SÍ, HOMBRE… ESTO DEL ALEMÁN… ¿CÓMO ERA…?

  1. Onminayas dijo:

    Tan exquisito texto como siempre nos tienes acostumbrados, Eva.Te paso el enlace de un corto que es impresionante.Besos.http://www.youtube.com/watch?v=kckeoENihKM

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  2. Eva dijo:

    Gracias… y el vídeo es para callar y pensar. Es impresionante como dices. Me hace revivir… todo. Un fuerte beso.

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  3. Neus dijo:

    Muy buen texto, se siente cada palabra y cada frase, sí, ellos, nosotros viviremos a traves de los nietos de nuestros nietos, pero despues tambien hay estos ellos que no vivirán a traves de ellos porque no han tenido un hijo que los recuerde por lo que les será más dificil vivir luego, pero esto quizás ya para otro texto.No están nada mal tus textos Eva..Besos

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